Otra vez

Y en un tremendo sin sabor quedó el viaje conjurado. La sensación en su sentido más esperpéntico queda abnegada, brutal desahogo. Compartes una experiencia límite con el pasajero sentado a tu lado durante unas horas, la trivial conversación que de repente acaba en algo mucho más profundo y privado, quizás fruto de estar en el medio de una experiencia de esas que llaman “de trance”. Futuro, pasado… y a menudo la razón de ese billete.
Desciendes del avión y observas como de repente esa original simbiosis explota en un completo experimento de origen. Prosigues tu camino, encontrando de nuevo la maleta recuperada, después del miedo (que también fue común), la alevosía de un nuevo viaje.
El momento crucial, aunque también dubitativo, en el que se abren las puertas. Esta vez las prisas no te permiten pensar en la soledad de aquel recuerdo que ahora se aferra a un momento más propio del celuloide. Dejas atrás las bambalinas y descubres miradas conocidas en el metro, compañeras de todo lo que se vivió en el decorado aéreo. Cambias de línea y otra vez ese jersey a rallas que pretende ser hippy, los mismos ojos.
Sin embargo, de nuevo, tienes que bajarte una parada antes.
Son muchas direcciones e-mail, recomendaciones de lectura, filosofías perdidas, historias entrecruzadas, miradas furtivas… pero siempre el camino a casa en la soledad de ese recuerdo, el de la llegada.
Desciendes del avión y observas como de repente esa original simbiosis explota en un completo experimento de origen. Prosigues tu camino, encontrando de nuevo la maleta recuperada, después del miedo (que también fue común), la alevosía de un nuevo viaje.
El momento crucial, aunque también dubitativo, en el que se abren las puertas. Esta vez las prisas no te permiten pensar en la soledad de aquel recuerdo que ahora se aferra a un momento más propio del celuloide. Dejas atrás las bambalinas y descubres miradas conocidas en el metro, compañeras de todo lo que se vivió en el decorado aéreo. Cambias de línea y otra vez ese jersey a rallas que pretende ser hippy, los mismos ojos.
Sin embargo, de nuevo, tienes que bajarte una parada antes.
Son muchas direcciones e-mail, recomendaciones de lectura, filosofías perdidas, historias entrecruzadas, miradas furtivas… pero siempre el camino a casa en la soledad de ese recuerdo, el de la llegada.
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